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Alimentarse con sentido común, de Javier Angulo

Buenas tardes!

De vez en cuando me gusta escribir o hablar de los libros que voy leyendo, normalmente de ciclismo (los que aquí expongo). Pero en esta ocasión, traigo el libro de Javier Angulo, persona que ha dado un cambio a mi vida (leído así suena a mucho, y lo es).

No recuerdo cuanto tiempo hace, pero un buen amigo se metió un talegazo gordo con la bicicleta, en la marcha «Los muros del minero», rompiéndose la clavícula, teniendo que pasar por quirófano y gracias al casco, está aquí con nosotros. El caso es que tras estar durante la recuperación inactivo, se cogió varios kilos, en torno a 10, y se propuso quitárselos, para volver a la rutina diaria del ciclismo.

Desconozco como conoció a Javier pero me dijo: Voy a ir a Javier Angulo, que me han hablado muy bien de él, y te enseña a comer. Así que fue para allí y le puso una «dieta» personalizada, con lo que debía y no debía comer.

Al tiempo de empezar, estuve con el y la verdad que se le notaba un montón, me decía que no pasaba hambre y que iba bajando bastantes kilos. Su moza le decía: con todo lo que comes, no se como adelgazas. Y todo esto, sin hacer deporte. Se acostumbró a comer de determinada manera y es su día a día, forma parte de su vida diaria y está mas fino que cuando competía en aficionados.

Ahora volvamos a mí, el «gordo» de la clase. Por mucho que yo quiera, mi constitución es de una persona grande, soy alto y ancho, pero me gusta comer más que a un tonto un lápiz, sobre todo dulce. Como dice mi hijo: vicio.

Toda mi vida he andado en un sube y baja de kilos constante, me cuidaba de comer lo que no debía, aguantaba, lo dejaba, me cansaba, vuelta a coger kilos… la pescadilla que se muerde la cola. Tengo 38 años y desde siempre recuerdo andar igual. Así que me decidí a pedir cita con Javier. Tras mes y medio de lista de espera (por algo será) me atendió en su consulta, ubicada en Pamplona, Sportrium.

Era viernes, 18:30 horas, llegar y entrar a la consulta. Lo primero, sentarse en su despacho y cuestionario, que tipo de vida llevas, rutinas, deporte, alimentación… y sobre eso, a quitarnos la ropa 🙂

Te pone en calzoncillos y te pesa, te mide y con la cinta métrica te va midiendo diferentes partes, así como con la pinza va cogiendo pliegues de grasa (conmigo se puso las botas). Yo fui con 92 kg (mido 1.90) y no me veía «mal» del todo, y me dice Javier: estas gordo por dos motivos!

  1. Perímetro de la cintura
  2. % de grasa corporal

Así que nada, me hizo una tabla con lo que debía comer, preguntándome en todo momento lo que me gustaba y lo que no. Un menú, que no dieta, personalizado a mi gusto. Lo que me descuadró fue el tener que almorzar y merendar, cosa que yo nunca hacía. Así que me puso algo parecido a ésta tabla (la he cogido de su Facebook)

Yo veía mucho verde y mucha plancha, cosa que me gusta, pero lo primero que pregunté fue por las cantidades. No había, podía comer todo lo que quisiera, hasta saciarme. Así que nada… empezó el cambio de hábitos.

Normalmente, mi desayuno hasta entonces era pues un tazón de colacao y galletas, magdalenas o cualquier mierda que pillase. A días quizá avena, pero en contadas ocasiones. Se lo conté a Javier y me preguntó: eres un caballo? xD

Desayunar yogures con nueces no era problema, pero tortilla para desayunar se me hacía raro. Y todo es empezar, ya que habitúas y te sabe mejor que cualquier dulzaina. El único pan que entraba en el menú era para desayunar en forma de tostada con tomate y jamón si iba a salir con la bici. No había hidratos «guarros», todo natural.

Para almorzar siempre café y fruta. Para comer, de primero ensalada/verdura/puré/gazpacho y de segundo pues carnes blancas a la plancha, pescado, al horno… todo muy limpio.

De merienda alguna lata de conserva, yogures, etc… y para cenar, ensaladas amargas o verduras salteadas, y de segundo pues plancha o al horno. Y jamás postre, a excepción de infusiones.

Os digo que el primer mes bajé 6 kilos, y no es solo la perdida de peso, sino la vitalidad que gané. Ya me avisó Javier, la vitalidad era lo que más iba a notar, y así fue. No era el mismo. El empezar el día ya con un buen desayuno te hace llegar a mediodía sin ansia de comer lo primero que pillas, y se nota. Hoy es el día que voy a salir con la bici por la mañana y si voy muy pronto, desayuno en el Ogiberri de debajo de casa, normalmente tostada de jamón y tomate. Pero algún día me puede la gula y me como un croisant de chocolate, relleno, que me sabe a gloria, incluso algún día dos, y a la hora, ya estoy con hambre. Está claro, entra energía de golpe que no vale para nada.

Una frase que se me quedó grabada a fuego el día de la consulta fue: consume alimentos y no productos. Huevos, semillas, frutos secos, verduras, embutido tipo lomo embuchado, jamón, aguacate, mejillones, yogures naturales, setas, aceite de oliva, atún… la lista es interminable.

Te acostumbras a comer limpio, coges rutina y os garantizo que el cambio vale la pena. Cuando tengo mucho mucho mono de chocolate, me compro del más puro que encuentro en el super y bueno, mato al mono pero… en contadas ocasiones.

Y tras mi experiencia con Javier, lo único que puedo hacer es recomedaros que paséis por su consulta si estáis en una situación parecida a la mía. Y aunque no nos sobren kilos, el aprender a comer bien siempre será beneficioso para todos.

Y este año, Javier publicó un libro sobre todo esto que os he contado

Lo podéis comprar en cualquier librería de Pamplona, y sino, on line. 416 páginas que se leen muy fácil, todo explicado para gente inexperta, con ejemplos de pirámides nutricionales, casos reales con fotografías, tablas de menús para diferentes tipos de personas… muy interesante. Es una guía para darnos cuenta que todo lo que nos venden como sano… mis cojones 33. Siempre me ha gustado ver las etiquetas a la hora de comprar, pero por ejemplo, un caso reciente.

Cogiendo yogures el otro día en el Aldi, había yogur de este que va líquido en botella, de litro, y bien grande en la etiqueta, 0% materia grasa. Pero no decía nada de los 32 gr de azúcar que llevan 100 gr de producto. Y así con un montó de productos, perder un ratico y leer etiquetas…

Os dejo una de las fotos que publica Javier en su Facebook, con uno de sus «pacientes». Si eres el «paciente» o bien a Javier no le gusta que la ponga, por favor me lo haga saber, no me cuesta nada el quitarla, únicamente es para ilustrar los beneficios de aprender a comer bien.

Y esto es lo que os quería contar, que gracias a una persona que se ha esforzado en aprender y enseñar al resto lo bien que se puede alimentar uno sin recurrir en basuras, el cambio físico, vital y mental es brutal.

Sólo puedo despedir la entrada dando gracias a Javier, el cual me firmó el libro en la Plaza del Castillo, por haberme cambiado la vida. Gracias Javier.

Feliz finde!

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